El portal
Acompañé a Elentari hasta su cuarto. Mientras dejaba correr pequeñas lágrimas, preparaba su bolso con libros, pociones y abrigos.
-¿Ayudo en algo?- pregunté.
Ella se limitó a negar con la cabeza. Nos quedamos en silencio, escuchando la conversación que se llevaba a cabo en el comedor.
-¿Vamos a llegar con Sinna a tiempo?- preguntó Tir.
-Sí, el camino es largo y peligroso, pero tengo un mapa que nos guiará constantemente.- respondió Galathriel segura.
-¿Por qué vas a Ignis?- preguntó Pame.
-Nosotros solos no vamos a poder contra todas las armas de fuego que tienen los humanos, van a venir con todo. Mi hermana ignita tiene mucha influencia en el gobierno y pretendo usarlo a favor. Será difícil convencerlos, pero creo que podré lograrlo.- explicó Treeck.- Conozco muy bien lo que quiere y lo que más desea.-
-¿Y que es?- dijo nuevamente Pame, curiosa.
-Devolverle la vida a su esposo.- respondió rápidamente Treeck, convencido.- Le prometeré que si nos ayuda, Sinna le cumplirá el deseo.-
Se hizo un breve silencio hasta que Galathriel lo interrumpió.
-Es hora de irnos.- y se escucharon sillas moverse.
Elentari se colgó el bolso pero luego se quejó del peso.
-Yo lo llevo.- le dije amable mientras le quitaba las cosas. Cuando me lo colgué por mi hombro derecho, este se bajó.- Si que pesa.-
Elentari abrió la puerta y yo le seguí. Miró a su padre a los ojos para luego negar con la cabeza. Suspiró y salió de la cabaña. Sus padres se miraron entre sí.
-Hablaré con ella.- dijo Treeck saliendo en busca de su hija.
Miré a Pame y a Tir.
-¿No llevan nada?- pregunté.
-Claro, pero somos magos, no necesitamos ir a buscarlos.- dijo Tir.- Por cierto… creo que te van a venir muy bien.- agregó mientras invocaba un arco largo de madera y flechas de hierro.
Las tome y quité mis viejas flechas para darle lugar a las nuevas. Me colgué el arco del lado opuesto al bolso.
-Muchas gracias.- dije y le sonreí en agradecimiento.
Tir hizo un gesto con la mano para quitarle importancia a su gesto.
-También vas a necesitar una armadura.- agregó Pame. Acto seguido yacía flotando una armadura acolchonada.- Es muy cómoda y protectora.-
Me vestí la armadura por encima de mi ropa. Como había mencionado ella antes, era muy cómoda y liviana aunque aún no era capaz de saber si era lo suficientemente protectora. Nuevamente les agradecí.
Elentari y su padre entraron de nuevo a la cabaña. Ella ahora se encontraba más feliz ya que Treeck la convenció de algo, o eso parecía. Galathriel sacó un pergamino que parecía muy antiguo, estaba doblado y atado por una cinta de azul oscuro.
-Muy bien, ya estamos listos.- anunció.- Todos tómense de las manos y formemos una ronda alrededor del pergamino.- obedecimos sus consignas y ella tiró el pergamino al suelo, justo en el centro de la ronda.
Miró a Treeck despidiéndose y susurró palabras en un idioma extraño. El pergamino se abrió y flotó hasta el techo. Cuando lo tocó, comenzó a brillar hasta enceguecer nuestra vista. Luego sentí que mi estomago se revolvía y abrí los ojos.
Ya no nos encontrábamos en la cálida cabaña de madera. Frente a nosotros había una gran puerta doble de color verde que se elevaba muy alto. Las puertas estaban bloqueadas por dos estatuas de mármol, y del mismo tamaño, que posaban sus manos sobre ella, evitando que se abriesen. Las puertas contenían una perilla de oro, también bloqueada por las estatuas. Delante de la puerta había dos grande escalones de mármol blanco donde dunas de monedas de oro brillaban a la luz de la luna.
-¿Qué es esto?- pregunté maravillado.
-El portal que nos llevará cerca de Sinna, o por lo menos al comienzo del camino.- dijo Elentari.- El templo donde nos espera no se puede llegar por magia, hay que cruzar un camino muy peligroso. Este portal nos dejará al comienzo, que si mal no me equivoco, es en la orilla del Río de las Almas.-
-¿Río de las Almas?- repetí asustado del nombre.- Eso no me gusta nada.-
-Debería no gustarte, por ese río vagan las almas de todos los seres con intenciones malignas.- explicó Galathriel.- Ahí nos encontraremos con esqueletos, espectros, criaturas hechas de lava...-
No respondí. Todos nos quedamos mirando el portal.
-Hija, dame las monedas de oro.- dijo Galathriel extendiendo la mano a su hija.
Elentari sacó del bolso que yo portaba una bolsa llena de monedas. Su madre las esparció y las tiró junto al resto.
-¿Es acaso algún pago para pasar?- predije.
-Exacto, por eso todas estas monedas.- respondió Elentari.
Las estatuas empezaron a cobrar vida. Movieron sus cabezas hasta nuestra posición.
-Solo permitiremos pasar a todo aquel que pague un tributo.- dijeron al unísono.
-Dos mil monedas de oro puro.- gritó Galathriel.
Las estatuas se miraron. Tomaron la perilla dorada y jalaron. Abrieron las puertas de madera y dejaron ver el paisaje. El cielo era rojo, los árboles estaban prendidos fuegos y a lo lejos se veía un río de lava.
-Pueden pasar.- respondieron las estatuas nuevamente al unísono.
Entre todos nos miramos. Galathriel fue la primera que subió los escalones. Luego, los demás le seguimos.
Continuara...